En un libro leí que está bien pasar un día sin tomar nada de sal por cada tres semanas, tanto para los que les sobra la cantidad de sal como a los que les falta, ya que en ese día sin sal el cuerpo hace los ajustes necesarios.
La verdad es que no me importaba si me faltaba o me sobraba la sal, pero tuve curiosidad, como cocinera, por la idea de «cocinar sin sal».
¿Cómo sería?
¿Qué podemos preparar sin una pizca de sal?
¿Si algún día me surgiera la necesidad de cocinar sin sal para algún familiar, qué le prepararía?
No sé si, después de la época de lactancia materna, he pasado algún día de mi vida sin sal. Al menos, estoy segura de que nunca había cocinado un día entero sin utilizar sal.
E hice este experimento.
El menú fue:
Comida
- Calabaza y zanahorias al vapor
- Berenjena al vapor con jengibre, limón y sirope de arroz
- Ensalada de tomate y manzana con orégano y aceite de oliva
- Pimiento rojo y zanahoria salteados con aceite de sésamo con sésamo negro
- Avellanas, semillas de calabaza y nueces tostadas
- Arroz con cereales (arroz negro, cebada, arroz glutinoso y arroz blanco)
Cena
- Patatas, tomates y cebollas cocidas (sin agua añadida) con aceite de oliva, ajo, comino y curry)
- Tempura de zanahoria, calabacín, pimiento rojo y plátano (con el rebozado hecho de leche de soja, harina y almendras laminadas)
- Lechuga
- Arroz cocido seco frito (parecido al «okaki» japonés)
- Arroz con cereales con sésamo blanco
Las estrategias que utilicé esta vez para que la comida «sosa» no nos pareciera tan «sosa» fueron:
- Utilizar frutos secos para dar un toque al plato
- Utilizar más aceite de lo habitual para que la comida sea más contundente
- Utilizar especias en lugar de sal
- Elegir ingredientes que se puedan comer con gusto sin sal (ej. tomates, cebollas, calabazas, etc.)
- Utilizar fruta, como manzanas y plátanos, que aportan un sabor dulce.
Mi pareja no notó nada especial por hacer este experimento de un día sin sal. En cambio, yo hasta la tarde estuve igual, pero por la noche empecé a sentir un poco de hambre a pesar de haber comido bastantes cosas con aceite. Y el día siguiente, tuve unas inmensas ganas de querer comer algo ya justo al levantarme, cosa que no es habitual en mí.
Puede que el cuerpo necesitara la sal y que esa necesidad se expresara en forma de hambre, no lo sé. Pero bueno, el experimento acabó así y el día siguiente comí todo con sal, mucho más a gusto.